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Asentamientos correspondientes al tenientazgo de Cosalá en 1700

El estudio de los asentamientos rurales de la población de origen hispano preciso de una revisión inicial de la situación en cuanto al poblamiento de los grupos nativos. Por entonces el número de pueblos había disminuido notablemente, pues sólo quedaban ocho, que son los de Alayá, Tabalá, Tacuichamona, Abuya, Bayla, Vinapa, Conitaca y Elota. Como se ha mencionado, la comunidad indígena de Cosalá había dejado de existir quizá desde un siglo atrás, es decir, alrededor de 1600.

Estas comunidades se ubicaron preferentemente en tierras bajas, al pie de la sierra, y contaron con corrientes fluviales de importancia como son los ríos Elota y San Lorenzo, así como de arroyos de consideración. El número de los indios se desconoce, si bien seguía en disminución y en 1720 en que la caída toca fondo había en toda la provincia de Culiacán sólo 1,200 personas nativas. Ello permitió que los po­bladores hispanos no tuvieran problemas para asentarse en la jurisdicción de Cosalá, pues la mayoría de las tierras estaban desocupadas.

El predio más antiguo de que tengo conocimiento es el de Chilmole en el río Elota, surgido alrededor de 1650 como asentamiento minero, pero que desarrolló en su entorno campos de cultivo, así como la cría de ganado mayor.

Muchos de los primeros asentamientos de población hispana disfrutaron de tierras ribereñas, tal es el caso de los ranchos de Las Mesas y Güijala en el curso del San Lorenzo, y de San Joseph de las Higueras, Los Güijotes, Cogota, Coneto y Ceuta en el río Elota. También los hubo en tierras de menor calidad en torno de la sierra de Tacuichamona como son Las Habas, El Potrero de Vinapa, Chiqueros, Apecha y La Pitahaya y más arriba como El Carrizal y Santa Annita.

La otra zona de poblamiento temprano, aunque extensivo, fue la del litoral costero, pues poco antes de finalizar el siglo fue ocupa­ da la península por indios caciques del pueblo de San Pedro, de la Familia Quevedo, al igual que El Tecomate.

También es digno de destacar que pre dios como Cogota y Apache habían sufrido a lo largo del siglo XVII la transformación del tipo de asentamiento, al pasar de comunidad indígena a ranchos agrícolas y ganaderos. Poco a poco el real de las Once Mil Vírgenes de Cosalá y su distrito circundante se integraba de forma plena como parte del imperio español en Indias y finalmente se podía considerar que el fantasma del despoblamiento, tantas veces acontecido, no volvería a ocurrir. Sin embargo, la suma de los catorce asentamientos que había en 1700 ubicados hacia los cuatro vientos del real, distaba aún de ser el elemento característico del paisaje rural, predominantemente ocupado por la flora y fauna.

Las condiciones de vida de estos primeros pobladores no debieron ser muy halagüeñas, pues el trabajo en el campo era duro. Sin embargo, su permanencia indica que habían en­contrado una base económica fuerte que garantizaba su subsistencia. Basados en el trabajo de los integrantes de la familia se laboraba en el campo y se cultivaba maíz, frijol, caña dulce de

Castilla y contaban también con árboles frutales. No había sistemas de riego avanzados, sino que los cultivos se hacían en las tierras ribereñas, aunque también se conocía el uso de las norias y ocasionalmente se construían acequias. Utilizando pequeños trapiches se obtenía de la caña dulce la panocha, que es un tipo de azúcar sin refinar.

Periódicamente se utilizaba el trabajo de los indígenas, así como el de la población mulata y mestiza, identificada como "gente de razón". Sólo los ricos mineros y comerciantes podían servirse de esclavos, cuya propiedad les daba distinción social.

Junto con la agricultura, en los campos de los alrededores, la ganadería fue la otra ac­tividad dominante. Del ganado bovino los rancheros se servían de la carne, los cueros y el sebo, además de la leche que se consumía natural y de la que se elaboraban quesos; también se criaban caballos, burros y mulas, que servían para el transporte de personas, así como para la carga de mercancías.

Alejados unos de otros, los pobladores sólo se reunían en los días de fiestas religiosas, o los domingos, también con motivo de asistir a misa. En ausencia de relojes, al menos en los asentamientos más cercanos al real, el tañir de las campanas marcaba el ritmo de estos hombres dedicados al trabajo del campo y de las minas.

Obtenido de: 

Revista Cultural Presagio. (2002). 18 Encuentros con la Historia; Cosalá. Gobierno del Estado de Sinaloa. https://wikisinaloa.org/18-encuentros-con-la-historia-cosala/

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