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Historia y arte de El Real de las Once mil Vírgenes de Cosalá y sus alrededores

 Por Agustín Velázquez Soto

 A Clara Bargellini C 

Capilla de Guadalupe

El territorio del hoy municipio de Cosalá fue habitado por varios grupos de indígenas, tanto como por los que venían del norte, y hablaban un dialecto taracahita emparentado con los Xiximes de los alrededores de Cosalá, como por los indios de las montañas que hablaban Acaxee. Con la llegada de Nuño de Guzmán y su gente de alguna manera se rompió la tranquilidad y la forma libre de desenvolverse a lo largo del espacio que les era común. En la medida que la conquista se afianzaba, los pueblos pasaban a ser encomiendas, esto dio lugar a que los indígenas sufrieran una desagradable transformación cultural. A mediados del siglo XVI, después de un enorme desequilibrio y rebeliones, los únicos pueblos realengos eran los pueblos externos a Cuatro Barrios que se le habían quitado a Guzmán y dos pueblos (Bayla y Cogota) cuyos encomenderos habían muerto a manos de sus indios. Peter Gerhard establece que tanto García lcazbalceta, así como Bakewell, mencionan que, en 1545, probablemente se descubrieron yacimientos de plata en las montañas entre los ríos Elota y San Lorenzo y cinco años después prosperaban allí varios reales de minas (Los Otomíes, Trinidad, Espíritu Santo, San Francisco). Por otro lado, también deja constancia de que en algún tiempo la buena ley del metal atrajo a una gran población flotante, pero para 1569 la bonanza había terminado y solamente las Vírgenes sobrevivía como pequeño pueblo minero.

Continuando con una conformación social de la villa de Cosalá, encuentro que, en los estudios de Peter Gerhard sobre la provincia de Culiacán en la Nueva Galicia, se puede entender que tal vez a fines de los años setenta del XVI se nombró por vez primera un alcalde mayor en Minas de las Vírgenes. Este magistrado también era corregidor en Bayla y Apacha. Es sorprendente que en 1582 había una sobreposición de jurisdicción sutilmente definida, según la cual el alcalde mayor de Culiacán podía visitar las minas con su «vara de justicia" (símbolo del cargo) pero no debía levantarla (administrar justicia). La última mención a un nombramiento aparte en Las Vírgenes se registró en 1637. Evidentemente no fue hasta 1771 cuando el Real de las Once Mil Vírgenes de Cosalá se convirtió de nuevo en alcaldía mayor dependiente de Culiacán.


Torre de la Iglesia de Cosalá

Si queremos saber quiénes fueron los primeros representantes eclesiásticos del Real de las Once Mil Vírgenes, nos encontramos con un dato muy curioso; Joan de Palacios, de quien se certifica que era hijo de conquistador; fue soldado en la guerra de los chichimecas y guachichiles, además uno de los primeros pobladores y descubridores de minas en San Andrés y Topia. Este personaje después se encontró con Pedro de Montoya en la conquista de Sinaloa y en la fundación de la villa de Culiacán, luego se recogió en Guadalajara donde prosiguió sus estudios eclesiásticos hasta su ordenación sacerdotal, y fue preferido para el curato de Las Vírgenes en la provincia de Culiacán, siendo nombrado el 12 de diciembre de 1597.

Entre 1621 y 1672 se redactaron infor­mes que dan cuenta de la realidad socioeconómica de la provincia, elaborados por lázaro Domingo Arregui y Miguel Calderón y Ojeda. Al comparar los datos emitidos, se persuade ser válida para toda la provincia de Culiacán, la disminución advertida del contraste de las cifras de Arregui con las de Calderón por el hecho de que entre los poblados extinguidos se hallan no pocos que figuran como corregimientos, es decir, pueblos de la Corona en relaciones de empleos provistos por la Audiencia de Guadalajara, como lo eran Baila, Tacolimbo, Cosalá, llarito y otros seis hacia 1575, y Baila y Cogote, por lo menos, en 1607. Se presentó el fenómeno de desaparición de pueblos a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XVI en la provincia de Culiacán y concretamente en las cercanías del Real de las Once Mil Vírgenes pues algunos de los pueblos mencionados por los visitantes ya no existen en los archivos correspondientes al siglo XVII.

Por lo que respecta al culto religioso a fines del siglo XVI los franciscanos se habían retirado y la provincia de Culiacán se dividía en dos beneficios, San Miguel Culiacán y Real de las Vírgenes. En la medida que el tiempo pasa es necesario el afianzamiento del curato de Culiacán, pues es menester la administración del culto que va de la mano con la explotación de los encomenderos. En la villa de San Miguel de Culiacán hubo un cura párroco desde el siglo XVI y continuó durante el XVII. En la parte serrana de la provincia de Culiacán los misioneros jesuitas atendían a los colonos, y en 1602 se erigió la parroquia de Cosalá. Poco a poco el Real de las Once Mil Vírgenes de Cosalá se fue convirtiendo en el segundo lugar en importancia después de la Villa de San Miguel de Culiacán, esto, porque, aunque con altas y bajas persistió por mucho tiempo la explotación de las minas de plata de la región serrana de la provincia.

En los primeros años del siglo XVII la provincia fue visitada por el obispo de la Nueva Galicia Alonso de la Mota y Escobar, al referirse a los lugares existentes dice el visitante: "Ay en la cercanía de esta villa de Culiacán tres Reales de minas a doze, quinze, y veinte leguas. El vno de ellos se llama de las Vírgenes, otro de Santo Hipólito, y otro de las Vegas, que, en tiempos pasados, fueron minas de gran prosperidad cuyo beneficio era por fundición y de ley muy gruesa, y todos tres reales se despoblaron y se destruyeron el año de seiscientos y dos con la rebelión y alcamiento que hizieron los indios de la nación Acaxee. Esta hoy el de las Vírgenes poblado con dos haziendas de mulas donde se benefician los metales. En tiempo que estos Reales estaban en pie eran doctrina de vn clérigo que de presente yo no lo ay por no haver quien, de salario, y agora con la nueva paz se an tornado a poblar..."

Purísima Concepción.

Sobre la administración que lo Corona llevaba a cabo en la región, sabemos que, en la provincia de Culiacán, hasta el segundo tercio del XVII, se proveían no menos de dieciséis corregimientos aparte del de la Villa. Conocernos sus honorarios a fines del XVI y los que ofrece Díez de la Calle en 1637. La relación que sirve de base corresponde al año de 1575. En la relación que elabora Díez de la Calle, entre una gran cantidad de corregimientos también aparecen para Cosalá y los Guamúchiles uno que en 1637 gano 150 pza., y otro corregimiento en Cogote. que ganaba en 1575, 150 p. y en 1637 ya no existe. Esto manifiesta que el corregimiento de Cogota (pueblo del municipio de Cosalá desaparecido con la construcción de la presa de "Comedero") fue primero que el de Cosalá.

Volviendo a la administración del culto religioso, la región también recibió la visita del obispo de la Nueva Vizcaya en los inicios de la segunda mitad del siglo XI I. El obispo Barrientos y Lomelín fue nombrado por el Papa Alejandro VII y presentó las bulas al Cabildo de la Catedral de México en junio de 1656, en una corta enviada al rey de España en agosto de 1658, informa: "... Porque, aunque las doctrinas de las provincias de Sinaloa y Sonora que hasta ahora se administran por los religiosos de la Compañía, se tiene fruto y se administran con cuidado y asistencia de muchos sujetos capaces..." no1 Esta fue la opinión después de su visita pastoral que hizo en los pueblos de su obispado, por cierto, que, en algunos lugares de Sinaloa como Copala, Chametla, Rosario, San Miguel, Cosalá y Malaya los encontró vacos y sin ministros propietarios, después de muchos esfuerzos consiguió que atendieran los curatos de Rosario, Chametla, Cosalá y Copala, esto nos demuestra que entonces, el florecimiento y desarrollo del proceso evangelizador se encontraba en el norte de Sinaloa, porque en los Reales de minas mencionados habían otras circunstancias en las que prevalecía el abandono y la indolencia de religiosos que preferían permanecer en Parral o Durango. Sitios a donde los jesuitas enviaban sus productos. Como lo mencioné anteriormente en lo referente a la administración real, entre el 12 de julio y el 19 de noviembre de 1671 lleva a cabo el alcalde mayor Calderón la visita de los pue­blos de la provincia y con ella la tasación de sus tributarios. En los autos aparecen en Alayá una tasación de 12,5, mientras que en San Juan de Conitaca es de 14 y en Culiacán de 17. Es muy importante señalar que en los datos que ofrece la justicia mayor, no aparece la tasación de Cosalá ni la de Cogota.

Sergio Ortega Noriega, tomando el referente de Burrus y Zubillaga en su Breve historia de Sinaloa, se refiere a un informe de 1738 que indica cuáles eran entonces las misiones de la provincia de Culiacán: La misión de Santa Cruz de Topia tenía en Culiacán la misión de San Juan Bautista de Badiraguato, fundada en 1605, con dos pueblos de visita que eran Santa Cruz y Alicama. Pertenecía a la misión de San Andrés la comunidad de San Juan Alayá, que antes había sido de Piava y Otatitlán. Hasta ahora no han aparecido en los informes conocidos, datos que señalen la existencia de jesuitas en el Real de las Once Mil Vírgenes, lo menciono porque algunas personas de Cosalá dicen que vivieron ahí los jesuitas, y aunque es muy considerable la tradición oral, pienso que seguramente establecían éstos relaciones de intercambio de productos con el Real de Cosalá.


Iglesia de Alayá en Minas

En los informes correspondientes al año de 1750 elaborados por Rodríguez Gallardo, deja el autor patente de que desde el río de las Cañas hasta el de Yaqui existen quince curatos que son; el del Rosario, el de Maloya, el de Chamea, el de San Sebastián, el de Copala, el de San Javier de Cabazán, el de Cosalá, los dos curatos de la jurisdicción de San Miguel de Culiacán, el de San Benito y su agregado el de Santiago de los Caballeros, el del Fuerte, el de Alomes, el de Ostimuri, el de San Juan Bautista de Sonora y el del Real de Nacozari. Tiene la gobernación 50 misiones, con triplicado número de pueblos de visita, en lo que corresponde a la jurisdicción de Culiacán está el pueblo de San Juan de Alayá, cuya cabecera (que es San Ignacio de Otatitlán) cae en gobernación de la Nueva Vizcaya, pero por comprenderse parte de la misión en el gobierno de Sinaloa y ser arbitrario en los reverendos padres el título de cabecera la trae a colación. Por otro lado, en los informes se da a conocer que provee el gobernador 6 alcaldías mayores, estas alcaldías o justicias mayores tienen sus respectivos tenientes, según permite la desdicha de la tierra. El del Rosario tiene un teniente en Chametla; el de Copala otro en San Javier de Cabazán; el de Culiacán uno en Cosalá, y este alcalde mayor y el de San Benito tienen sus tenientes generales. A una de las conclusiones que llega Rodríguez Gallardo en su informe, es que la nombrada gobernación de Sinaloa se puede decir con verdad que no hay un solo lugar que esté repartido en cuadras o formales calles divididas; aunque se haga mención del desarrollo poblacional del Rosario, Culiacán, Sinaloa y los Álamos. Sus cosas de adobe o tierra, separadas unas de otras, dejan abierto el campo para contar tantas calles cuantas casas o propiamente chozas, pues entre casa y casa va el camino. Algo muy importante que nos da una idea de cómo se do el desarrollo espacial del Real de Cosalá es cuando Rodríguez Gallardo asegura: "Y definiendo a la representación del mismo cura padre vicario y juez eclesiástico del Real de Cosalá que instruye la ninguna formalidad que ha tenido y tiene dicho real, y el que sus habitadores viven y han vivido separados, dispersos y distantes unos de otros, mandó asimismo que dicho Alcalde Mayor facilitase la agregación y congregación de los vecinos, y el que éstos fabriquen sus casas contiguas con división y separación

Campanario de Alayá

de calles, en la mejor disposición que permita la superficie o plan de dicho real, que se informa ser cómodo y competente, de temperamento sano y con abundancia de agua para formar un vecindario bien crecido. Y para la ejecución de todo le impuse al Justicia Mayor el término de cuatro meses, según que más por extenso constar a vuestra merced del dicho auto, que para testimoniado en el archivo..."

En la obra ya citada de Peter Gerhard, también hace un recuento de cómo ha sido el desarrollo de la Iglesia en la provincia de Culiacán y concretamente en el sur de la misma. Sobre ella hace referencia de que el beneficio de Las Vírgenes de Cosalá, por largo tiempo fue anexado a Culiacán y éste revivió antes de 1680. El real mencionado perteneció a la diócesis de Durango desde 1621 hasta 1783. En 1753 fueron secularizadas las misiones de la región y reducidas al status de visitas: Badiraguato y Cariatapa fueron anexadas a la parroquia de San Benito y Otatitlán a la de Cosalá. Sin embargo, seis años más tarde encontramos beneficiados separados en Badiraguato y San Juan Alayá (la antigua misión de Piava-Otatitán).

En la primera visita del obispo Pedro Tamarón y Romeral en 1759 "El Real de las Once Mil Vírgenes de Cosalá tiene cura clérigo, hoy minerales de plata; tiene este Real vecinos de rozón, con doscientas cincuenta y seis familias con mil ochocientas noventa y siete personas, desde aquí da principio la provincia de Culiacán y prosigue la tierra caliente, por las cercanías del mar del sur, tiene este curato las visitas siguientes: Conitoca, Abuia, Tovalá, Tacuichamona y Binapa. El pueblo de Alayá tiene un cura, clérigo, y su curato es muy corto tanto que ofrece trabajo al obispo mantener quién le sirva; el actual hace días que renunció, se le entretuvo y ha sobrevenido la novedad de haberse allí des­ cubierto un gran mineral que llaman El Cajón, que da abundante plata, con lo que ha ocurrido porción de gente, y el cura, con esto, no insiste en su desistimiento, tiene cincuenta y cuatro familias y doscientas veinte personas (...) El pueblo de visita se llama Otatitán." Después de una empresa iniciada el año anterior por Pedro Tamarón y Romeral a través de la parte sur del reino de Nueva Vizcaya, el 10 de junio de 1768 el obispo llegó al Real de las Once Mil Vírgenes de Cosalá, fue recibido en la iglesia parroquial por el cura bachiller, coadjutor de esta iglesia y toda su jurisdicción, don Juan Domingo Ureña. Después de una misa contada el secretario del obispo leyó en el púlpito de la iglesia el edicto general de pecados públicos, le sirvieron a su señoría ilustrísima la capa pluvial blanca, mitra y báculo y pasó a visitar el sagrario, altares, pila bautismal y santos oleos.

Dolorosa en la Iglesia de Alayá

Clara Bargellini sugiere que en el tiempo que transcurrió después de la primera visita del obispo y antes de la segunda visita, se comenzó a construir la iglesia actual de Santa Úrsula de Cosalá que, terminada, llegaría a tener una interesante cúpula ovalada. La iglesia seguramente se inició poco después de la llegada de Juan Domingo Ureña en 1763 porque en el libro de registro se señala este año como el de la expedición del edicto en el que Tamarón lo asignaba a dicho curato de Cosalá. En el estudio documental que Clara Bargellini hace sobre la arquitectura religiosa de Sinaloa, cita el hecho de que en archivos se explica que en Cosalá «en un temporal pereció el techo". En su primer viaje vio el obispo una iglesia de adobe de 25 x 12 varas. En 1767 registra otra de 50 x 1O varas, que son las medidas de la actual, con crucero y sacristía, sin más explicación, lo cual indica que apenas estaba iniciada. Señala Clara Bargellini, que se conformaría de sillería con bóvedas y pertenecería a la construcción del futuro con cincuenta varas de largo y de ancho diez varas, con dos capillas con seis varas en cuadro, con su sacristía e ocho varas de largo y cinco de ancho. En ese entonces la iglesia posee tres campanas grandes y una chica. En el altar mayor hay un cuadro de la Santísima Trinidad de tres varas de largo y dos y media de ancho con su marco de madera maqueado y dorado en las cuatro esquinas. Un bulto como de a vara de la imagen de la Concepción con su corona de plata, tres hilitos de perlas y sus aretes de lo mismo, hay un sagrario Forrado en papel dorado, el que está por detrás también dorado con su cortina de Damasco viejo, con su ara y corporales. la mesa y gradas son todas de adobe.

De acuerdo al mandato de Rodríguez Gallardo en 1750 al cura párroco de Cosalá para que se ordenaran y se unieran todas las construcciones, me hace pensar que la iglesia nueva se empezó a construir sobre la iglesia vieja, que era de adobes, con techo de vigas, varas y sácate; y sobre todo más ancha. Aunque en la nueva se preveía más altura, extensión, torre y cúpula.

Uno de los elementos más originales que Elisa Vargas Lugo considera del carácter regional de la arquitectura religiosa de Sinaloa es el torreón-escalera que se encuentra colocado en el ángulo que se forma en el basamento de la torre y el muro de la nave. Esta estructura cilíndrica, tan alta como la nave, aloja el caracol que sube al campanario y tiene acceso por el atrio. Para enriquecer el planteamiento he de señalar que ese torreón-escalera aparece a principios del siglo XVIII en las iglesias basilicales de San Sebastián de Analco, a l frente, en Guadalajara y en la iglesia de Santa Cruz Las Flores Jalisco. En la iglesia de Huajicori Nayarit aparece la escalera en forma de caracol en una estructura rectangular que tiene las mismas características de la de Capola, donde sí es cilíndrica pero no va a dar a la torre, sino al techo y se encuentro al lado izquierdo como la de Huajicori y Rosario. Al lado derecho, esta estructura cilíndrica que da a la torre, se encuentra en las iglesias de Santa Cruz Las Flores Jalisco, Cosalá, Concordia y San Ignacio en el esta­ do de Sinaloa.

En el inventario que hoce el secretario de Tamarón en la iglesia de Cosalá, también se encuentra registrada una cruz de madera, un púlpito con su escalera, nuevo, varios ornamentos, hostiario, dos confesionarios con sus rejas de palo, cortinas, blandones de cobre, candeleros, lámparas de plata y una gran cantidad de artículos suntuarios para el culto religioso. Sobresalen en este registro la cruz magna con su Santo Cristo, todo de plata, un Santo Cristo con su cendal de Cambray perfilado de oro y otro más viejo de dos varas y cuarta con la cruz, un cuadro de Nuestra Señora del Carmen de tres varas de alto, la urna del Santo Sepulcro de madera, dos imágenes de Dolores, una como de a vara y media con su resplandor y daga de plata, con dos mantos azules y su vestido de sayasaya y toca de estopilla, la otra con su resplandor y daga de plata con su vestido de capichola y como de tres cuartas. Es muy trascendental desde el punto de vista de la res­tauración y la conservación del patrimonio artístico de Sinaloa señalar que todavía permanecen algunos de los objetos registrados por Pedro Tamarón y Romeral, así como algunas esculturas que seguramente fueron adquiridas a finales del siglo XVIII. Tal es el caso del Santo Sepulcro de madera, una imagen de media vara en bulto de modero de Nuestra Señora de Quilá, otra imagen en madera como de tres cuartas de vara de San Ignacio de Loyola y una Purísima Concepción que parece provenir de la primera mitad del siglo XIX.

En el pueblo de San Juan de Alayá estuvo el obispo de Durango el 16 de junio de 1768, fue recibido por su propio cura bachiller don Agustín Camberos y siguiendo la práctica anterior en Cosalá visitó el altar y los santos óleos.

En el inventario se registra que la iglesia de este lugar tiene veinte y cinco varas de largo y ocho de ancho con dos puertas y la sacristía de cuatro varas de largo y cuatro de ancho. Aunque en el inventario no se informa sobre el techo de la iglesia de Alayá, es posible que éste haya sido como el que tenían varias de las iglesias de los alrededores como Tacuichamona, Conitaca, Tabalá y Cosalá. Además, en la pequeña parte ruinosa del techo no aparece otro material, seguro es que la decadencia de estas iglesias es por el techo poco duradero que tenían. En el interior de la iglesia de Alayá se refleja que en su última etapa constructiva se le agregaron arcos elaborados con ladrillos.

Aparecen registrados vestuarios y ornamentos para la celebración de la misa, además de cálices, vinajeras, incesarios y una pila de agua bendita de piedra. Es verdaderamente sorprendente el hecho de que aún perdura la mayoría de las imágenes registradas por Tamarón como son: una Purísima Concepción, una Virgen de la Candelaria, y un San Juan Bautista, los tres como de media vara, bultos en madera. Las imágenes parecen corresponder a la segunda mitad del siglo XVII son muy parecidas a las de Tacuichamona, Navito y Conitaca. Existen también, como de tres cuartas de vara una imagen en madera de La Dolorosa con diadema de plata y un Santo Cristo en su cruz como de vara y media, es de madera y parece que data del siglo XVII, ambos en estado regular si se comparan con los santos que, por paradojas culturales, reposan en una iglesia pequeña de adobe y techo de lámina; mientras, afuera perece lentamente un extraordinario edificio, de gran altura y con por lo menos tres etapas constructivas. Las ruinas con cimientos de piedra son muy imponentes, demuestran la conformación de puertas y paredes de la iglesia y sacristía con piedras y adobes. En tanto que los ladrillos aparecen enmarcando al exterior y al interior las ventanas. Este material también se encuentra recubriendo a los contrafuertes, elementos que tienen una altura que alcanzan por debajo de las ventanas de laterales y coro. Los altares barrocos seguramente tenían las columnas de madera, éstas remataban en un frontón sobre cor­nisa y friso de adobe que todavía existen.

Virgen de Quilá en Cosalá

Otras esculturas que aparecen en el libro de registros y que han desaparecido son: un Santo Cristo de bulto como de media vara del Santo Entierro, otra imagen de la Concepción y un señor San José con su Niño como de una tercia de bulto y un sagrario muy viejo. En la actualidad también hay imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, de San Antonio y de la Virgen de Guadalupe, todas son como de media vara y parecen corresponder al siglo XVIII.

Obtenido de:

Revista Cultural Presagio. (2002). 18 Encuentros con la Historia; Cosalá. Gobierno del Estado de Sinaloa. https://wikisinaloa.org/18-encuentros-con-la-historia-cosala/


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